por M. Govindan Satchidananda
“Levántate, póstrate, entrégate,
abraza, maravíllate;
Apela de todas las formas a los pies sagrados del Señor.
Eso trae los beneficios de este nacimiento;
Guárdalo con reverencia; Él responde a su vez.”
- Tirumandiram, verso 1499
Estamos comprometidos individual y colectivamente en un proceso de transformación que requiere un
rechazo de nuestra vieja naturaleza humana y una entrega a la Consciencia-Energía
Divina interna. Habiendo comprendido que una vida de deseo y de aversión produce solo sufrimiento, no buscamos
escapar de la vida aquí en el mundo, partir en busca de algún cielo, sino más bien purificarnos a
nosotros mismos de la ignorancia, el egoísmo, el apego, y de todas las resistencias al descenso de la Gracia Divina.
Al hacerlo tenemos un arsenal de herramientas en el Kriya Yoga para facilitar este proceso. ¿Pero tenemos la
voluntad, la motivación, la aspiración, para rechazar lo que debe ser rechazado y para abrazar y entregarnos
a la Divinidad?
El Yoga Integral de Sri Aurobindo y la Madre puede ser resumido en las dos declaraciones siguientes: “(1) una ardiente aspiración constantemente creciente por parte del sadhaka, y (2) por parte de la Divinidad una Gracia que desciende desde arriba en respuesta a la llamada del sadhaka”. ¿Pero qué es esta aspiración? ¿Cómo se diferencia del deseo? Sri Aurobindo define la aspiración como “un entusiasmo espiritual, la altura y el ardor de la búsqueda del alma… un movimiento hacia arriba de nuestra consciencia a través de la parte psíquica de nuestro ser hacia todo lo que es bueno, puro y hermoso”. La Madre la describe como “un entusiasmo interno hacia lo Nuevo, lo Desconocido, la Perfección… un deseo, un anhelo por el contacto con la Fuerza Divina, la Armonía Divina, el Amor Divino… una llama interna, una necesidad de luz… un luminoso entusiasmo que atrapa a todo el ser… una voluntad purificadora, un impulso siempre creciente”.
No debe ser confundida con los deseos, que son manifestaciones del ego. El ego busca estar separado, ser especial, superior, y manifiesta deseos para fortalecer su ser especial. Los deseos son la manifestación de la sed insaciable y el apetito de la separativa consciencia del ego. Pero debido a su limitación inherente de poder y capacidad no puede colmar su necesidad de posesión infinita y absoluta. Por tanto hay una brecha insalvable entre sus insistentes demandas y sus logros reales. Esto crea un constante descontentamiento. El ego olvida que sin la abolición del sentido de separación y la restitución de la experiencia de la unidad divina y la universalidad, no puede esperar poseer el mundo. Porque esta posesión sólo puede ser efectuada de forma espiritual. Pero el ego sigue erróneamente su propio camino imposible que apunta a amontonar del exterior, de lo que siente como su no-ser, más y más objetos de disfrute, y a llevar todos éstos a su boca vorazmente hambrienta.
Una aspiración genuina es justo lo contrario de esto. Está intensamente consciente de las insuficiencias e imperfecciones de la existencia limitada al ego; por tanto intenta salir de esta sórdida prisión. Cada uno de sus movimientos está dirigido no por el centro del ego, sino fuera de él. Y por esta única señal un sadhaka puede reconocer si su impulso gobernante del momento es de la naturaleza del deseo o una aspiración. Así, una aspiración es, en su origen, una sed que surge del alma, un anhelo hacia el amor divino, la luz, la belleza, el bien, la pureza y el progreso. Hay un ardor, incluso intensidad, pero no impaciencia ni frustración.
¿Cómo comenzar a desarrollar la aspiración? Por fases, que comienzan con una intensa insatisfacción con las formas habituales de la naturaleza humana. Uno puede despertarse una mañana y de repente darse cuenta de que ya no está más dispuesto a vivir inconscientemente, ignorantemente, en un estado en el que haces las cosas sin saber por qué, viviendo voluntades contradictorias, viviendo del hábito, la rutina, las reacciones, sin comprender nada. Ya no estás más satisfecho con ello. El cómo uno responde a esta insatisfacción puede variar. Para la mayoría está la necesidad de conocer, para los demás es hacer lo que debe ser hecho para encontrar significado. En segundo lugar, uno busca ardientemente salir de esta existencia humana vacía. Uno busca la Verdad, el Amor, la Paz, la Alegría, el Ser. Éstos son todavía, probablemente, muy vagos, pero él o ella deben encontrar liberación del estado presente de imperfecciones nauseabundas. En tercer lugar, tras algún tiempo, debido a la persistente insistencia del aspirante, la Gracia Divina responde, con un desgarro temporal del velo de la ignorancia, y uno experimenta la dimensión espiritual de la vida. Uno ve la Luz, siente el Amor Divino, o experimenta el Gozo Divino, la Presencia, o la Verdad, dependiendo de la propia capacidad u orientación. Ello puede variar de una persona a otra, pero todo lo demás experimentado previamente en la vida ordinaria se vuelve pálido en comparación. En cuarto lugar, la apertura se puede cerrar, así que uno debe tener cuidado de no olvidarla, sino más bien de mantenerla vibrante y dirigir constantemente su aspiración para su re-emergencia. En quinto lugar, el sadhaka encontrará que gradualmente su atracción hacia la vida superior está creciendo y el apego a la vida inferior está cayendo. Esto puede manifestarse no sólo internamente en los planos mental y vital, sino externamente en los propios amigos, incluso en el trabajo y en los pasatiempos. Un nuevo tipo de anhelo y de resolución llena el corazón y la mente, que puede expresarse a sí mismo de esta forma: “Oh Señor, te quiero a ti y sólo a ti. No quiero nada ni nadie más sino a través de ti y para ti. Quiero pertenecer enteramente a ti y nunca permitiré a nada que reclame mi consciencia. Entrego mi todo a ti. No mi voluntad, sino Tu voluntad será hecha. Yo soy sólo tuyo”. En una sexta fase, la aspiración es tan intensa que las palabras y oraciones, vocales o mentales, ya no son más necesarias, ni siquiera queridas. Sólo está la creciente llama del fuego espiritual elevándose constantemente hacia arriba en el trasfondo del profundo silencio. Una intensa búsqueda de pertenecer a la Divinidad, de estar unida con ella y de servir a la Divinidad como un perfecto instrumento envuelve la completa expansión de la consciencia del sadhaka. Es una gran sed de Amor y Verdad, por la transformación, por la perfección suprema.
Conforme crece la aspiración, la Gracia Divina responde e introduce un determinismo más elevado que puede transforma todo en nuestra naturaleza humana. Pero para que esto suceda uno debe:
Sobre el rechazo:
Mientras el sadhaka permanezca bajo el control de su naturaleza humana inferior, es imperativo que haga algún esfuerzo personal para su progreso. Este esfuerzo personal comprende las tres operaciones de aspiración, descrita arriba, rechazo y entrega. Los Siddhas, y más recientemente, Sri Aurobindo, han insistido en que un sadhaka debe renunciar a todos los movimientos habituales de la naturaleza inferior. Éstos incluyen: las opiniones de la mente, preferencias, hábitos, construcciones e ideas; deseos de la naturaleza vital, demandas, anhelos, pasiones, egoísmo, orgullo, arrogancia, lujuria, codicia, celos, envidia, hostilidad a la Verdad; y la estupidez de la naturaleza física, duda, incredulidad, oscuridad, obstinación, mezquindad, pereza, indolencia, indisposición al cambio. La meta es la total transformación divina del ser entero del hombre, de su consciencia y naturaleza. Todo impulso y movimiento que surge dentro de la consciencia del sadhaka que no se vuelve hacia la Divinidad, sino que está más bien centrado en el ego, es un obstáculo en este camino. No hace falta decirlo, la vida ordinaria del sadhaka es constantemente atribulada con un flujo incesante de obstáculos. Su identificación y eliminación es la sadhana yóguica del rechazo. Hay tres clases de ellos, sin embargo, y una estrategia diferente para cada uno. Las tres clases de obstáculo son los del pasado, los del presente, y los del futuro.
Cuando el obstáculo es un tipo que ha sido conquistado en el pasado, pero que resulta por la indulgencia en la pereza, uno debe (a) arrancarlo en el mismo momento de brotar, como un poco de polvo en la manga; (b) nunca obsesionarse con él, (c) prestarle tan poca atención como sea posible, y (d) incluso si uno piensa en él, permanecer indiferente y despreocupado.
La segunda categoría de obstáculos, los del presente, aparecen a menudo en la consciencia del sadhaka, a veces incluso sobrecogiéndola. Pero si el sadhaka lo intenta con alguna sinceridad, encuentra que puede mantener parte de su consciencia libre de su influencia. La actitud necesaria del sadhaka para manejar este tipo es: (a) aplicar el propio poder de voluntad para resistir el impulso, (b) nunca racionalizar o legitimizar su aparición, sino más bien retirar todo consentimiento interno para su manifestación, (c) nunca ceder terreno alguno, no importa cuán limitado, (d) actuar como un héroe heroico contra las tendencias oscuras en defensa de las fuerzas de luz que se mueven hacia arriba, (e) volverse inmediatamente a la Divinidad y rezar constante y fervientemente para que éstas debilidades e impulsos de la naturaleza de él o ella desaparezcan y sean eliminados.
Uno debe ser consciente de algunos hechos ocultos respecto a la actuación de tales debilidades. Incluso si uno gana una victoria decisiva sobre un obstáculo o debilidad, muchos otros serán eliminados también de forma automática. Un rechazo exitoso de uno de ellos le dará a uno fuerza añadida para ganar maestría sobre muchos más. Por otro lado, al consentir uno, por ejemplo por pereza, eso hará que el sadhaka pierda mucha fuerza y fervor para hacer frente a otros impulsos y debilidades. Un esfuerzo sincero y rápido por parte del sadhaka para confrontar todas las debilidades presentes del día tan pronto como aparecen por primera vez harán la vida de la sadhana llena de una alegría que es independiente de las circunstancias externas.
Respecto a la tercera categoría de obstáculos internos, las debilidades potenciales profundamente escondidas, ¿cómo reconocerlas? En su primera aparición, casi todo el ser del sadhaka se perturba de forma anormal, se agita y se altera. Sus raíces son tan profundas y extensas que el sadhaka siente que son una parte intrínseca e irradicable de su ser; uno no está en absoluto convencido de que estas debilidades son básicamente indeseables. Con su aparición, el sadhaka pierde por el momento la lucidez de su consciencia, como en una tormenta. Una porción preponderante de su consciencia está todavía profundamente fascinada por estas debilidades que surgen, y ciegamente añora cumplir algunos fuertes deseos a través de su manifestación. Sería insensato intentar erradicar tales debilidades sin ayuda, antes de que uno esté lo suficientemente preparado. Hay un peligro real de que el reprimir su manifestación externa conduzca a un conflicto interno con esa parte mayor de la naturaleza del sadhaka que se aferra obstinadamente al apego. Una explosión es inevitable, trastornando el equilibrio del ser. Así, uno debe evitar tanto como sea posible estas dificultades intratables, y no permitirles ocasión alguna de manifestación. Más bien el enfoque debe ser el siguiente: (a) mantener la dificultad o la debilidad delante de la propia consciencia, sin asustarse por ella o identificarse con ella, (b) buscar con cuidado su causa raíz o su fuente, (c) intentar descubrir que parte de la naturaleza de uno está nutriendo secretamente esta debilidad particular, y se lanza a la agitación a la más ligera señal, (d) mantener siempre un espíritu de calma, tranquilo desapego, a través de la observación mencionada, incluso si lo que se expone es muy feo, (e) mantener una aspiración ardiente por la erradicación de la debilidad en cuestión, dirigiendo una ferviente oración a la Divinidad pidiendo ayuda. Tal oración y aspiración, unida a un completo auto-examen, cambiará progresivamente estos obstáculos intratables en obstáculos manejables del segundo tipo, y finalmente en obstáculos del pasado, fácilmente desechables.
Aspiración, rechazo y entrega - parte 2
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